miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿De qué hablamos cuando hablamos de lujo?

Desde la industria del textil a la industria alimentaria (champagnes, vinos y licores, cariar y foie gras, ...) pasando por la moda (la alta costura), la joyería y relojería, la marroquinería o la perfumería, la industria del lujo reagrupa diversos sectores, todos muy presentes en la economía francesa.
El lujo apela a los sueños, al placer pero sobretodo identifica a las personas con un sector que representa una realidad económica. Desde hace al menos 20 años, el contexto económico del lujo ha sensiblemente evolucionado sobretodo con la llegada del comercio en línea.
Este sector cuenta con alrededor de 20.000 empresas en todo el mundo y hoy se caracteriza por una fuerte tendencia a la concentración y un deseo de presencia internacional. Ciertamente, muchos países se abren al lujo, entre los cuales se encuentran China, India, Rusia, ...
El lujo está también muy ligado a la marca. En consecuencia, un producto de marca de lujo es en general considerado como un objeto de lujo. Ésto se traduce en una producción muy limitada, con precios extremadamente elevados, reservada a una clientela particularmente exclusiva. Aunque la paradoja actual es la de atraer a una clientela más extensa, corriendo el riesgo de transformar a los productos en ordinarios sinónimo de masivos.
En general el lujo está asociado a Francia, país de vinos, champagne, cognac,.., y más particularmente a París que simboliza a la vez la capital de los perfumes, de la joyería, del arte del buen vivir,  de la gastronomía, de la alta costura y de los accesorios. Es una realidad que las marcas francesas ocupan una parte importante de la cifra de negocios de lujo a nivel mundial.

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